¿Por qué se viste al Niño Dios el Día de la Candelaria?
El Día de la Candelaria, en toda la Ciudad de México se puede ver gente caminando con un enorme Niño Dios en brazos, vestido con todo tipo de atuendos. Van camino a la Iglesia, donde recibirán la bendición y cerrar las festividades navideñas. Por lo mismo, en casi todos los mercados de la Ciudad, y especialmente en La Merced, se pueden encontrar lugares dedicados a vestir al Niño Dios, y en vender réplicas artesanales (o industrializadas) de Jesús. Puedes encontrar niños vestidos como el Niño del Sagrado Corazón de Jesús, el Niño de Atocha y el de Praga, también hay algunos vestidos de importantes santos como San Judas o San Antonio Abad; y, además, hay algunos Niños Dios vestidos de futbolista, doctor o policía, entre otros. ¿Sabes qué evento religioso se conmemora con esta tradición?
En el capítulo 2 del Evangelio de Lucas (entre el verso 22 y 39), se dice que, cuando Jesús cumplió cuarenta días de nacido, cumpliendo la Ley de Moisés, José y María lo llevaron al templo para consagrarlo al Señor. En aquél entonces, la tradición pedía que todos los varones primogénitos fueran presentados y se realizara el sacrificio de un cordero y de un par de tórtolas o dos pichones. Y el 2 de febrero se cumplen 40 días desde la navidad, cuando celebramos el nacimiento de Cristo. Y, sí, para conmemorar la consagración de Jesús, se lleva la imagen de madera del Niño Dios a bendecir a la iglesia. Pero… ¿Te has preguntado por qué se viste al Niño Dios?
“El Día de la Candelaria —que originalmente era el Día de la Candela— es la rememoración de la Purificación de la Virgen, es decir, se recuerda el momento en que María, junto con su hijo Jesús, se presenta en el templo llevando candelas (velas) y un par de pichones. Entonces, la figura que realmente se festejaba era la de la Virgen, que inclusive salía en procesión”. Katia Perdigón Castañeda
Para la tesis doctoral “Vestir al Niño Dios. Un acercamiento a la celebración de la Candelaria “, la antropóloga social Katia Perdigón Castañeda, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), realizó una meticulosa investigación en una gran cantidad de archivos históricos, encontrando que la figura del Niño Dios fue utilizada por primera vez en el “Belén vivo”, una representación ideada por San Francisco de Asís para difundir la vida de Jesucristo. Sin embargo, la figura del Niño Dios retomó importancia en la Edad Media, gracias las religiosas, pues era un elemento que las acompañaba en su toma de hábitos. Ritual que fue registrado en los denominados retratos de las monjas coronadas.
“Al observar las pinturas de monjas coronadas podemos percatarnos que existe una continuidad, desde la Colonia hasta el día de hoy, en lo que se refiere a vestir la figura del Niño Dios. En éstas, los ‘niños’ portan elementos que los relacionan con una advocación, es decir, elementos que les confieren su carácter único, llámese Divino Pastor o Niño Peregrino, como es el caso del Niño de Atocha, etcétera”. Katia Perdigón Castañeda
Pero pasaron varios siglos para que esta tradición dejara los conventos y llegara a los hogares mexicanos. Fue en la segunda mitad del siglo XIX, cuando un gran número de conventos de vieron obligados a cerrar, gracias a las Leyes de Reforma. En esos tiempo, un las familias mexicanas recibieron a las religiosas, quienes les enseñaron el rito de procurar la imagen del Niño Dios. En aquellos tiempos, se cambiaba la vestimenta del Niño Dios una vez al año, usando modelos muy sencillos, bordados o tejidos en casa o por monjas. Sin embargo, desde los años 30, del siglo XX, en los puestos que se ponían en las calles de Roldán y Corregidora, en el Barrio de La Merced, se empezaron a vender diferentes vestidos y accesorios para vestir al Niño Dios.Y, como era de esperarse, con el paso del tiempo los atuendos que se vendían empezaron a ser más variados, creando diferentes simbolismos al rededor de cada uno de los vestidos y permitiendo que cada quien lo vista por sus gustos y creencias.
Hoy en día, al recorrer la calle de Talavera y sus alrededores, en La Merced, puedes encontrarte con una impresionante oferta de vestido y réplicas del Niño Dios, elaborados de manera artesanal, y con la finalidad de continuar con una bella tradición mexicana. Al caminar entre los puestos puedes percatarte de la manera en la que la tradición y la “mercadotecnia” convive de una manera única, en la que lo que más importa, es rendir el debido tributo al Señor. Es un ambiente único, que no se puede sentir en ninguna otra parte de la Ciudad de México, y que, por lo mismo, vale mucho la pena vivirse, aunque sea una vez en la vida.