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Máneken Café, un rincón que rinde culto al café en la Narvarte

Todo empezó con un pequeño cuadernito llamado Pasaporte del Café de Especialidad, tercera edición, que no podía dejar pasar porque, la verdad, me hace sentir como Dora la Exploradora pero con cafeína. El punto es que lo abrí para ver qué nuevas aventuras cafeteras me esperaban y ¡zas!, que me encuentro con un lugar llamado Máneken Café, justo a una estación de metrobús de donde iba a tener una junta. Obviamente, decidí hacer una escala técnica antes de enfrentarme al PowerPoint.

Me lancé por la Línea 3 del Metrobús, bajé en Eugenia, crucé la calle, y comencé la expedición. Pero encontrar Máneken no fue tan fácil como pedir un americano en vaso chico. Entre una panadería gigantesca, la boca del Metro y una selva de puestos ambulantes, pensé que me había metido en una búsqueda del tesoro. Ya me estaba rindiendo, cuando de repente, justo después de unos baños públicos (sí, de verdad), apareció una discreta puerta de cristal como quien no quiere la cosa: el acceso secreto a Máneken Café.

Desde fuera parecía diminuto, tipo closet con espresso, pero sorpresa: el lugar es más grande de lo que aparenta. Entré por un pasillito donde me recibió una vieja tostadora (romántico toque vintage), seguido de unas mesas chiquitas y una larga barra con dos baristas que me saludaron como si ya me conocieran. Después venía otro pasillo con más mesas, una segunda barra donde preparan comida y, al fondo, las máquinas para tostar el café. Un local largo, tranquilo y con alma de taller cafetero.

Pedí un doble cortado y ahí empezó la charla de café sabrosa. Me ofrecieron dos granos: uno de Chiapas y otro de Guerrero (lavado y natural, respectivamente). Como no andaba con ganas de acidez intensa, el barista me recomendó el Chiapas. Mientras lo preparaban, me puse a chismear el menú y ahí fue donde me di cuenta de que este lugar no juega.

Hay espresso, cappuccino, latte, pero también puedes ponerte más clavadx y pedir tu café filtrado en aeropress, chemex, sifón japonés (nivel científico), prensa francesa, v60 o clever. Pero no solo de café vive el bebedor o bebedora: hay infusiones, tizanas, smoothies, sodas italianas, chamoyadas y chocolate. ¿Y para comer? Desde desayunos con alma (chilaquiles, huevos a la cazuela, sopes y molletes), hasta crepas dulces y saladas. Todo sin pretensiones, pero con buena pinta.

Me sirvieron mi café y un vasito con agua (los detalles importan). Lo probé… y sí, valió la pena la caminata con obstáculos. Nada ácido, nada plano, sino bien equilibrado, con matices sabrosos que hicieron que cada sorbo supiera a triunfo. Me sellaron el pasaporte (¡descuento desbloqueado!) y me fui con el corazón contento y el café feliz en el estómago.

¿Volveré? Obvio. Máneken Café es como ese lugar secreto que uno quiere compartir… pero tampoco tanto, no vaya a ser que se llene. Si algún día te toca andar por Narvarte Poniente con ganas de buena cafeína y refugio zen, ya sabes a dónde ir. Eso sí, no te pases de la entrada o terminarás en los baños públicos otra vez.

¿De a cómo y de a cuánto?
Dirección: Av. Cuauhtémoc #905, Narvarte Poniente, Ciudad de México, CDMX
Horario: Martes a sábado de 7:00 a 21:00 hrs,, domingo de 8:00 a 16:00 hrs.
Costo por persona: Menos de $200 pesos
Instagram: instagram.com/cafemaneken
Facebook: facebook.com/ManekenCafe

Rodrigo Delgado

Yogui (RTY200). Me dedico a recorrer la #CDMX, buscando los mejores lugares para comer. La comida la bajo con Yoga... #SoyGordo #Yoga

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